Desde A
Coruña decidimos poner rumbo directo a Oporto. Después de dos
noches de navegación llegamos bien temprano a la desembocadura del
río Duero. La navegación transcurrió sin problemas, destacar que
al acercarnos a Oporto, la niebla era tan espesa que sólo se veía a
unos pocos metros de distancia. Una vez más, el radar nos fue muy
útil. Un crucero estaba tan cerca que en el radar aparecía como un
semicírculo, parecía que estábamos rodeados por un gran barco!
Unos minutos más tarde, la niebla se levantó un poco por el sol que
nacía y vimos al crucero.
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Entrando al rio Duero |
Cuando
llegamos a Douro Marina todavía estaba cerrada y el marinero nos
atendió sobre las ocho y media, él mismo marinero salió a la
entrada de la marina con la hinchable a recogernos, luego nos guió a
nuestro amarre y además nos ayudó a amarrar el barco al pantalán.
Muy buen servicio. Además en esta marina, cada mañana, el marinero
de guardia te trae al barco cuatro panecillos calientes que saben a
gloria desayunando en la bañera del barco con ese sol que todavía
no quema pero que ya calienta.
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Mujeres todavia utilizan el lavadero público en Afurada. Aquí la ropa tendida. |
Oporto
es una gran ciudad portuguesa que sorprende al turista por sus
empinadas calles y sobre todo por su belleza. Lo mejor que puedes
hacer al llegar a Oporto es callejear, perderte y así descubrir una
ciudad que no todos descubren. Esto nos pasó a Celia y a mi cuando
nos metimos por calles que corren en paralelo al rio, muy cerca de
donde están los restaurantes y vimos callejones de un metro de
anchura que mostraban un cara menos turista de la ciudad.
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